
Parafraseando a Sabina y permitiéndome la licencia de adaptar su canción a la situación vivida, diría que todos pensábamos:
Quién me ha robado el pato pekín
cómo pudo sucederme a mí
quién me ha robado el pato pekín
lo aguardaba en el mesón
donde comí su cascarón.
Esta noche nos fuimos los amigos a celebrar el cumpleaños de uno de nosotros (pondremos como nombre imaginario “Jose”) a un restaurante oriental. El ambiente, la música en directo y el servicio presagiaban lo que iba a ser una noche de “buen rollito”.
Pedimos la comida y entre las viandas que debían deleitar nuestros ansiosos paladares se encontraba un “pato pekín”. Ahí es donde comienza el espectáculo de la noche.
Lo primero es que nos traen unos tazones de sopa que nos dicen que “son para el pato”. Ante la tardanza en ver al familiar de Donald, pregunto por esa sopa pues llego a imaginar que por error habíamos pedido sopa de pato, pero no.
Mientras otro de nosotros al que como nombre imaginario llamaremos Agustín, se iba tomando un tazón de sopa, dos tazones de sopa e incluso tres tazones, llegó un camarero que colocó una mesita junto a nosotros con un pato entero al cual delicadamente le quitaba la piel en cuidadas tiras rectangulares que eran colocadas en un plato. Como diría alguno, iba desnudándole de forma metódica y cuidadosa.
Y aquí empieza la segunda parte. Una vez despellejado el pato, el camarero se lo lleva y nos deja únicamente dos platos con la piel del bicho, la salsa, la cebolla y las tortitas, pero insisto ¡se lleva al bicho!
El tiempo pasaba y nos íbamos poniendo viejos. La pregunta estaba flotando en el ambiente “¿ya está?”, ninguno nos atrevíamos a preguntar por no quedar como unos ignorantes y lo cierto es que mientras uno de nosotros por lo menos había tomado sopa (mucha sopa), los demás ya estábamos convencidos de que nunca más volveríamos a ver al pobre animal que había pasado a mejor vida por lo visto solo para que nos zampásemos su abrigo.
Pero el ser humano no conoce límites y por supuesto, antes de demostrar nuestra ignorancia preguntando si iban a traer al animalito, ya estábamos comiendo las tortitas con la salsa y la piel del pato cuando nos traen dos platos con verdura y el presunto pato.
Y digo presunto porque del hermoso animal que desnudaron ante nosotros y que como se dice popularmente “nos comimos con los ojos” (porque de otra forma no) la carne que había en esos dos platos no llegaba a una décima parte.
Y qué más decir… pues que feliz cumpleaños y la próxima vez allí no pediremos el “pato pekín”.
En la posada del fracaso
donde no hay cuchara ni tenedor,
el desconcierto y la ansiedad,
comparten decepción.
Y cuando por la cocina pasa
esa vianda que es un manjar,
el hombre del traje blanco y gris,
se lleva en un gran plato al animalillo
Y grito
Quién me ha robado el pato pekín
cómo pudo sucederme a mí
quién me ha robado el pato pekín
lo aguardaba en el mesón
donde comí su cascarón.
probando 1 a ver si funciona la caja de comentarios bajo el post
ResponderEliminarprobando 1 a ver si funciona la caja de comentarios bajo el post - nombre/url
ResponderEliminarHombre.. pues podrias poner el nombre de la "granja" para no caer en el mismo error.. ya puestos
ResponderEliminarBrowner...Seguro?, perdona la tardanza, pero es que me tomé unas pequeñas "vacaciones" con esto del blog y se me pasó decir el nombre de la granja, jejeje...
ResponderEliminarEs el restaurante Zouang, el que está detrás de Plaza Mayor, pero haciendo justicia, todas las veces que estuve todo fue perfecto (el trato, la comida y la música en directo), lo único es que no volveré a pedir el pato pekín cuando vaya. Saludos!