Miércoles de cine: tócala otra vez, Arturo

A las personas que con una cierta asiduidad disfrutamos invirtiendo un poco de nuestro tiempo libre en ir al mundo mágico que nos ofrece la gran pantalla, durante estos días nos “afecta” en mayor o menor grado, el cierre de los CineBox, las salas de cine de la playa, ubicadas en la galería comercial del Hotel Gandia Palace.

El cine a cada uno le sirve para algo distinto. Unos disfrutan porque se sienten reflejados en el rol de los protagonistas, viendo aquello que les gustaría ser. Otros porque les sirve para evadirse de la vida cotidiana, aunque sea solo durante una hora y media. Los hay que necesitan creer o reafirmarse en que todavía existe el amor, la sinceridad, la amistad, la bondad, o la maldad, porque sin una no sería posible la otra, etc.

Lo cierto es que con el cierre de esas salas, en una ciudad de más de 80.000 habitantes nos quedan solo las del Cine ABC en La Vital, y eso, para tanta gente no es que sea poco, simplemente, no es.

Por eso, cuando sin haberse cumplido ni tan siquiera una semana desde que fuese cerrado el CineBox, Arturo Torró quiere ser el protagonista de la película y desde el PP de Gandía, para contrarrestar el proyecto del Palacio de Congresos de Renzo Piano, nos ofrecen acabar definitivamente con esa infraestructura cultural, dinamitarla y aprovechar para crear polémica, en lugar de esperar para ver si de las negociaciones entre el ayuntamiento y la empresa del hotel surge la posibilidad de “resucitar” las salas, a los que nos gusta no solo el cine, sino también ir al cine, nos entristece.

Que Torró quiera ser Humphrey Bogart, y de forma machacona aproveche la situación para subir una nueva bomba al destructor del PP, parece, ciertamente, lamentable. Insiste en sustituir las salas de cine por salas para congresos y eso solo tiene una explicación: que después de 10, 12 o 14 años el PP de Gandia quiere hacer un congreso local y busca espacio. Hombre, si fuese así, tal vez sería para pensárselo, ya que no es bueno que un partido que aspira a gobernar la ciudad lleve tantos años sin elegir democráticamente a su líder.

“Tócala otra vez, Sam”. En su obcecación por meter baza en todos los temas, incluidos aquellos en los que la prudencia, una de las virtudes que deberían acompañar a todos los políticos, aconseja esperar, él sigue intentando ser el protagonista de Casablanca e insiste una y otra vez, como si no se diese cuenta de que esa frase no es de tan mítica película, sino de “Una noche en Casablanca” de los hermanos Marx, que también eran grandes, aunque no con el glamur que intenta desprender nuestro jefe de la oposición, a pesar de que éste, con esa actitud, provoca las mismas carcajadas.