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Recuerdo como se reía un amigo cuando me trajo el carnet 12.35 del Ayuntamiento de Gandia hace menos de un año.

Yo, que tengo entre mis gratos recuerdos los buenos y los malos momentos de cuando estuve de Presidente del Consell dels Joves de Gandia (no me he equivocado, incluyo todos), tuve que aguantar alguna que otra carcajada ante mi solicitud de esta tarjeta que, reconozco, tan solo he utilizado para tener descuentos en el bono de l’Urbà.

Hace unas horas que es 14 de diciembre y he cumplido 34 años y aquello que había previsto no se ha cumplido (de momento).

Resulta que esas primeras horas de este aniversario estaba junto a dos amigos, uno de los cuales, en previsión de lo que iba a pasar, prefirió irse y acertó plenamente.

El otro amigo, que se quedó impasible e incluso me atrevería a decir que en algunos momentos “el poder de las fresitas” le poseía, me ha ignorado por completo. Él, que no tengo ninguna duda, se alegraba de mi cumpleaños, pensaba más en si salían tres fresas, anclas o lo que la maldita máquina decidiese en cada momento.

Yo, que siempre he creído que las “tragaperras” eran una cuestión de azar, no porque así lo indicase en su licencia, si no por que están hechas para que gane dinero el fabricante, el dueño del bar, el estado y, si queda algo, el que ha tirado la moneda, he visto como un amigo se dejaba el hígado en un aparato que era más ingrato que las máquinas de tabaco que, aunque te ofrecen algo que te mata poco a poco, al menos cada vez que alguien saca un paquete le dan las gracias.

Esto me sirve como reflexión sobre el problema que tienen miles de personas, ludópatas reconocidas o no, que cuando están en tratamiento o incluso habiéndolo finalizado, cada vez que entran en un bar se encuentran con su “pequeño Las Vegas”, que les incita a dejarse aquello que en muchas ocasiones no tienen y de esa forma originan numerosos problemas familiares y por su puesto, sociales.

En mi opinión, nuestra sociedad debería ser calificada de “insincera” como diría “Pocholo”, cuando permite que sus ciudadanos perjudiquen su propia salud, ya sea fumando, bebiendo o jugándose sus ingresos, pero a la vez recaudando impuestos en base a esas adicciones.